El ‘Perseverance’ del tenis

Raúl Velasco
7 min readFeb 23, 2021

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Hace apenas unos días la inteligencia aeronáutica realizaba una de sus mayores proezas al conseguir que el rover ‘Perseverance’ aterrizase sobre la superficie de Marte en busca de alguna señal antigua o presente de vida. Un artilugio formado por la tecnología más puntera del planeta, capaz de atravesar la atmósfera marciana y destinado a explorar elementos, partículas o sedimentos del más allá. Es un robot creado en el presente para descubrirnos algo nunca visto. Mientras, en la Tierra y concretamente en un deporte como el tenis, parece comenzar a destaparse un espécimen similar, pero en formato humano. Su nombre es Daniil Medvedev y su forma de jugar es tan atractiva como desconcertante.

Daniil Medvedev y su juego es todo un concepto por resolver (Caracol Radio)

Intentar descifrar el tenis de Daniil Medvedev es todo un enigma. Un arquetipo de tenista nunca visto hasta ahora. Su repertorio de golpes y la manera de moverse por la pista recuerda más a una máquina que a una persona. Muchos tenistas comparten características particulares que los hacen más o menos identificables: el saque de Isner, el resto de Djokovic, la derecha o volea de Federer, el revés de Thiem o Sinner, la mentalidad de Nadal… con el ruso tendríamos que pararnos a pensar cuál es su virtud a destacar, pues apenas tiene fisuras en su juego. En todos los partidos deja un lenguaje corporal tan complejo como singular. Posturas al impactar la pelota con la raqueta, movimientos de finalización en los golpes y estiradas al resto propias de un contorsionista.

Es un tenista tremendamente regular a la largo de sus partidos, con algunas desconexiones (como mostró en la final de este Abierto de Australia a partir del segundo set), pero con una sobriedad para ganar puntos a sus 25 años asombrosa. Digamos que no es un 10 en ningún apartado técnico pero bordea el 7,5/8 en cada uno de ellos. Su perversión por terminar rápido los puntos le suele funcionar bien, quiere que sucedan pocas cosas y tiende a ser agresivo tanto con su derecha como con su resto. Esa precipitación a veces le juega malas pasadas, pero en absoluto es un tenista que cometa una gran cantidad de errores no forzados por partido.

Lo que en el fondo hace especial a Daniil es lo inesperado de su juego. El qué va a deparar su siguiente acción. Es extraño verle enlazar dos o tres puntos de la misma manera ya que parece que improvisa según se va desarrollando el mismo. No tiene en su mente algo premeditado, sino que dependiendo de por dónde vaya el rival, él tomará una decisión u otra. No es habitual verle subidas a la red (quizás su Talón de Aquiles), sino que se muestra muy cómodo y seguro desde fondo de pista. Aunque un primer vistazo pueda evocar al típico jugador alto y torpe, es muy ágil y su elasticidad le permite llegar prácticamente a todo.

Uno de los aspectos que primeramente llaman la atención es su altura. Sus 198 centímetros siempre dejan estampas curiosas en cada partido. La expresión “más largo que un día sin pan” cobra todo el sentido del mundo con el ruso, donde su figura parece por momentos infinita. Además, su complexión delgada y fina ayuda a darle esa sensación de molde único. Si nos fijamos en su servicio, observamos lo alto que coloca la pierna que le garantiza el control corporal. Entra mucho a pista con el pie de apoyo y acompaña todo el movimiento con el tren superior y la cabeza. El brazo que no lleva la raqueta también termina arriba.

Un saque de Medvedev (Twitter)

Por momentos, parece que la raqueta se le queda pequeña. De manos grandes. Daniil empuña la raqueta muy abajo, dejando el final de su mano prácticamente al borde del grip. Otro tenistas optan por cogerla más o menos por la mitad, pero él prefiere lo contrario. Cuanto más plano vaya el golpe y menos lo envuelva, mejor.

Empuñadura de Medvedev (Twitter)

Pero más impresionantes son aún sus posturas para llegar a algunos restos o a la hora de conectar un drive o su revés a dos manos. Su cuerpo no entiende de ortodoxia. Lo antiestético por bandera. Pero casi siempre con buenos resultados y una efectividad altísima. Por momentos su cuerpo aparenta romperse, pero esas articulaciones y tendones deben estar hechos de plastilina.

Algunas de las imágenes que deja en los partidos. Sus tobillos son de goma y sus brazos y piernas le permiten llegar a casi todas las bolas (Twitter)

Para su envergadura, es un tenista increíblemente rápido. Le cuesta “poco” ir de lado a lado y recupera la posición con aparente facilidad. Con sus piernas, da menos pasos que la mayoría de sus rivales, pues su zancada abarca muchos metros. Su forma de correr también es peculiar: enchepado y pegando su cabeza al pecho. Siempre deja puntos inauditos que dejan al público con la boca abierta y preguntándose cómo ha podido llegar. En este, uno de los mejores puntos del torneo, no solo la alcanza la derecha invertida de Tsitsipas , sino que cuela un passing que deja al griego y a la Rod Laver de piedra.

En este otro, del Abierto de Australia de 2020, parece que se va a desmoronar con el resto profundo del rival. Sin embargo, estira la raqueta como si fuese una prolongación más de su brazo y consigue defenderse. No contento, se decanta por un lado a la hora de recibir y engancha un revés a gran altura para metérsela cruzada a los pies del rival. De locos.

Como he dicho antes, su consistencia desde el fondo de pista es admirable. No solo por devolver bolas al otro lado sin fallo, sino porque además juega al límite, limando la red. Dejar caer la bola, planitud en sus golpes, mentalidad agresiva y capacidad para encontrar los ángulos. En este Abierto de Australia, su revés ha dos manos le ha corrido muy bien y le ha servido para percutir a los rivales hasta llegar a la final.

Dos secuencias distintas. De nuevo, desestabilizado pero conectando un gran paralelo por encima de la red (Twitter)

Es cierto que tiene que mejorar en algunos apartados. Sin ir más lejos, venía de exhibir un tenis formidable, pero en la final se quedó bloqueado cuando Djokovic se hizo con la primera manga. Nole es un maestro estratega, pero se echó en falta un poco más de pundonor por parte de Medvedev, que a partir de ahí quiso precipitar el ritmo del partido y eso le hizo perder cualquier atisbo de remontada. Esa concentración en situaciones adversas es la más complicada de conseguir (por eso el Big Three está donde está) y a Daniil le falta mostrar esa sangre fría que como buen ruso seguro que atesora pero que aún no exterioriza. Es lo único que le falta para conseguir un Grand Slam, ya que sus dos únicas finales las ha perdido contra Nadal en el US Open 2019 y esta reciente contra Novak.

Por ponerle algún pero más, también ha tenido algún rifirrafe con el público (cuando había, claro). Por el momento, no ha sido un tenista que caiga especialmente bien al aficionado medio, ya sea por su forma de jugar, por su nula expresividad, por romper alguna raqueta o por algún gesto incomprensible que ha tenido con la grada, juez de silla o recogepelotas. Pero poco a poco lo ha ido mejorando y se va ganando al respetable con discursos como este tras haber perdido su segundo Grand Slam:

Con sus más y sus menos, con sus idas y venidas, lo que es innegociable es que Medvedev es un deportista genuino. Sus formas, sus extremidades, sus escorzos son de tenista irracional. Como si se hubiera saltado una o dos generaciones para aterrizar desde el futuro en un mundo tenístico anclado en otras batallas. Con su estilo, el espigado Daniil tratará de imponer un nuevo orden mundial el día (aún inescrutable) en que los Federer, Nadal y Djokovic se retiren. De momento ya es número 3 del mundo, tiene una Copa de Maestros y ha demostrado que es el más preparado junto a Thiem para asaltar a los tres grandes de la historia del tenis.

Él comparaba al Big 3 con cyborgs, esas criaturas compuesta de elementos orgánicos y dispositivos cibernéticos​ que tienen la intención de mejorar las capacidades de la parte orgánica mediante el uso de tecnología. Hoy en día, es una definición que se acuña más con su figura. Como Haaland en fútbol o Kawhi Leonard en baloncesto, son entes distintos al resto que solo guardan un objetivo entre ceja y ceja: aniquilar al rival. Aunque tengan que acoplar a su juego elementos provenientes de otras épocas. La especie humana cada vez evoluciona más y a mayor velocidad, como ha demostrado con el aterrizaje del ‘Perseverance’ en Marte. Lo que no sabe es que tiene un homónimo en el tenis terrenal. Porque Daniil ha llegado para quedarse y reinar.

Djokovic (presente) y Medvedev (futuro) bromean tras la final de Australia (Punto de Break)

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Raúl Velasco

Primero periodista, después deportivo. Escribo sobre fútbol, NBA, tenis, ciclismo… y lo que surja. Análisis, profundidad e historias.